En Mayo de 1968 una serie de huelgas, manifestaciones y protestas sacudieron Francia. Se trata de uno de los acontecimientos más icónicos de un movimiento contracultural mucho más amplio en el ámbito internacional —que va desde el movimiento hippy hasta la Primavera de Praga— y supuso un punto de inflexión social, moral y cultural en la historia occidental. Gran parte de los historiadores están de acuerdo en que fue mucho más que una simple protesta, pero no llegó a ser una revolución. Sus efectos tardarían años en verse, pero es cierto que germinaron varios de los progresos sociales más importantes de los últimos cuarenta años. Bajo las piedras del pavimento no había ninguna playa, las guerras no dieron paso al amor, ni tampoco la imaginación consiguió el poder, pero en varios aspectos de la cultura es donde se empezaron a notar primero los efectos de aquella fiebre de mayo: músicos y cantautores, escritores y cineastas empezaron a explorar los márgenes de una libertad inédita hasta entonces. También en la prensa se notó el cambio. Y en los dibujos de humor, ya que el humor no deja de ser un reflejo de la sociedad que lo produce y lo consume.
El Mayo del 68 permitió la eclosión de un humor más virulento y mordaz, de una sátira política que fiscalizaba de mucho más cerca el poder, de autores y publicaciones que marcarían la historia del género. El elevado contenido político del movimiento revolucionario del 68 se trasladaría a un cierto tipo de dibujo de prensa, que tomaría partido de forma más desacomplejada. Principalmente desde Francia, pero también en México, Brasil, Checoslovaquia y los Estados Unidos, el nuevo humor, más contestatario, iconoclasta y comprometido, acabaría expandiéndose por todo el mundo. El humor actual está aún en deuda con el que nació aquella primavera del 68.
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, se dibuja un nuevo escenario mundial en el que se enfrentan dos modelos económicos y sociales antagónicos: el comunismo y el capitalismo. De la mano de los Estados Unidos, Europa se recupera de las profundas heridas de la guerra bajo la sombra de la amenaza soviética. En este contexto se desarrolla en la prensa un humor más cómico que satírico; los humoristas prefieren hacer reír a hacer una crítica demasiado mordaz y, si acaso, el humor más virulento se reserva para los enemigos: contra los comunistas en el caso de la prensa occidental, o contra el capitalismo en la prensa de la órbita soviética. Sin embargo, la mayoría de publicaciones de humor de Occidente prefieren el humor ligero y desenfadado de comicidad intrascendente, quizás con un ligero toque de erotismo o sensualidad —muy ligero aún, por la estricta moral que todavía impera en la época. La crítica política no cuestiona nunca el sistema y se limita a la anécdota y la superficialidad, de modo que en la década de los 50 proliferan revistas ligeras de humor blanco y banal. Aun así, en aquellos años empiezan a despuntar algunos artistas excepcionales en el campo del humor, en revistas como la británica Punch o la americana The New Yorker, donde descubrimos autores como Ronald Searle, André François, Tomi Ungerer o Jean-Michel Folon.
Sin embargo, en aquella sociedad occidental fuertemente machista, clasista, racista, colonialista i sometida al control de los estados, crece también la semilla de la disidencia. En el campo de la cultura es donde empieza la subversión del statu quo. La música, la literatura, el teatro o el cine empiezan a mostrar la cara menos amable de ese capitalismo despiadado. Y también el humor gráfico, de la mano de jóvenes dibujantes. Poco a poco empiezan a aparecer revistas en las que el humor se vuelve más corrosivo y sarcástico, revistas que dan voz a autores jóvenes y contestatarios que hacen viñetas sobre el imperialismo americano —en guerra abierta en el Vietnam—, el colonialismo europeo —ante la autodeterminación de Argelia—, la contaminación, la escalada nuclear o las reivindicaciones raciales o sexuales.
En los Estados Unidos, en los años 60 crece un movimiento llamado underground de cómics de estética feísta y temáticas no aptas para todos los públicos, con autores como Robert Crumb o Ron Cobb. En esa década aparece Bizarre (1960) en Francia, Private Eye (1961) en Gran Bretaña, Pardon (1961) en Alemania, o Il Delatore (1964) en Italia, que acogerán también un humor más mordaz, muy especialmente a partir de la aparición de revistas como Siné Massacre —fundada y dirigida por el joven dibujante Siné, de humor sardónico e hiriente— y Hara Kiri, que deja claro en su subtítulo que su humor es «bête et méchant», es decir, cafre y salvaje.
Tras meses de conflictos entre los estudiantes de la Universidad de París Nanterre y las autoridades académicas, el 2 de mayo la administración francesa cerró la universidad, y los estudiantes de otras universidades se solidarizaron con ellos. La policía rodeó la Universidad de Sorbona, donde estudiantes y profesores se habían reunido para protestar, lo que llevó a otros estudiantes de otras universidades a sumarse en una marcha de protesta. La policía cargó contra ellos, y los estudiantes levantaron barricadas. Se sumaron estudiantes de secundaria y cada vez más trabajadores, y los disturbios se alargaron durante días. La desproporción de la actuación policial incrementó la simpatía hacia los rebelados, y el 13 de mayo las principales federaciones sindicales convocaron una huelga general. A pesar de que los sindicatos intentaron canalizar las protestas, las demandas los desbordaron. El presidente De Gaulle llegó a huir del país durante unas horas, hasta que se aseguró el control del ejército. El 30 de mayo el presidente hizo un discurso en el que anunciaba elecciones anticipadas, y, a pesar de que continuaron los disturbios, la tensión empezó a rebajarse.
El mundo de la cultura se solidarizó rápidamente con los estudiantes, y muy pronto surgieron iniciativas para apoyar las protestas. La colección de carteles y folletos que deja el Mayo Francés es impresionante. También salieron varias iniciativas periodísticas para extender las proclamas revolucionarias, como los semanarios Le Pavé, Action, fundado por el periodista Jean Schalit, o L’Enragé, fundado y dirigido por el dibujante Siné y editado por Jean-Jacques Pauvert. En L’Enragé es donde cristaliza todo el humor contestatario que se había ido gestando durante la última década, y estalla así un humor subversivo, fuertemente politizado y muy crítico con el poder. En sus doce números, publicados entre mayo y noviembre del 68, se dan a conocer los principales dibujantes del dibujo satírico francés de finales del siglo xx: Cabu, Wolinski, Willem, Gébé, Cardon, Pétillon, Soulas... Siné también abre sus páginas a dibujantes de todo el mundo, especialmente latinoamericanos, ya que el movimiento del 68 tiene fuertes réplicas en México y en Brasil.
La prensa española vive, desde 1939, controlada por una tiránica censura. En el año 66 se había aprobado la llamada Ley Fraga, que trasladaba la responsabilidad de los contenidos a los directores y editores. De esta forma la censura se perpetuaba, haciéndose más sutil y peligrosa, ya que, por miedo a ser castigados, la mayoría de los editores y directores ejercían de censores de manera más eficaz que las oficinas de censura del Ministerio de Información. Por supuesto, la poca información que llega de las protestas de París pierde toda connotación política, y se exaltan solo el desorden y la violencia. En las viñetas de la prensa encontramos pocas referencias, muy sutiles, a los hechos de París. Algunas, desde el punto de vista conservador, critican las protestas, a los jóvenes o el movimiento hippy —como Tinet en Destino o Eduardo en La Codorniz—; sin embargo, otros autores más jóvenes empiezan a inocular en sus dibujos un aire ligeramente crítico, y empiezan a aparecer sutiles críticas sociales o económicas. Aun así, la virulencia del humor gráfico del Mayo Francés se va filtrando en los dibujos españoles, y crecerá el uso del humor más negro o las referencias más desgarradoras, con dibujantes como Chumy Chúmez, Cesc o Máximo al frente.
En el resto del mundo, las repercusiones del Mayo Francés no son uniformes, aunque conducen a una toma de conciencia por parte de los más jóvenes y de la masa obrera respecto al poder de la movilización social. En algunos sitios hay réplicas de la rebelión francesa como respuesta a las políticas de cada país. En Bélgica, por ejemplo, los estudiantes se encerraron en la universidad durante 48 días, en Madrid se organizaron conciertos de Raimon en la Complutense… Cada uno ataca como puede. Pero las réplicas más importantes se dieron en Brasil, México y Checoslovaquia. Los humoristas gráficos reflejaron también esos hechos en sus viñetas, cada vez más críticas y contundentes.
En los Estados Unidos, el 68 es año electoral, y se ve cómo aumentan las tensiones raciales, que culminan con el asesinato de Martin Luther King. Siguen las protestas por la guerra del Vietnam, un conflicto iniciado en 1954 entre el Vietnam del Sur y los comunistas del Vietnam del Norte, en el que los americanos entran a combatir directamente a partir de 1964. Crecen también las protestas de otros colectivos marginados u oprimidos: feministas, homosexuales, el movimiento llamado de la Nueva Izquierda y también el movimiento hippy, que en el año 67 había vivido lo que se llamó «el verano del amor» y que en el año 69 se encontraría en el Festival de Woodstock.
En Brasil, un país que vivía bajo una dictadura militar desde 1964, en la primavera del 68 tienen lugar varias protestas y marchas en contra del régimen, que son duramente reprimidas, hasta llegar a la ocupación de la Universidad de Brasilia, la creación del Consejo Nacional de Censura y una enmienda constitucional que endurece aún más el control y la represión, de modo que a partir de 1969 empiezan los llamados «años de plomo» de la dictadura brasileña, hasta 1974.
En México, el presidente Díaz Ordaz promovió detenciones ilegales, torturas, ejecuciones extrajudiciales y la criminalización de los movimientos de estudiantes contestatarios. El mismo año se tenían que celebrar los Juegos Olímpicos en México, y su gobierno no estaba dispuesto a permitir desórdenes, de modo que en octubre del 68 se produjo la llamada matanza de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en Ciudad de México, con la detención, asesinato y desaparición de cientos de estudiantes.
En Checoslovaquia se produjo la llamada Primavera de Praga, un breve período de liberalización política durante la Guerra Fría. El secretario general del Partido Comunista de Eslovaquia, Alexander Dubčeck, promovió una serie de reformas en el estricto régimen comunista, hasta que en agosto de 1968 el Politburó soviético de Brézhnev convocó el Pacto de Varsovia para iniciar una operación militar conjunta e invadir Checoslovaquia.
El legado del Mayo del 68 resulta mucho más fecundo en el aspecto cultural que en el político. A pesar de que se consiguieron algunas mejoras sociales, la mayoría de los países bascularon hacia regímenes aún más conservadores y autoritarios, si bien en un proceso lento se pudieron ir consolidando algunos derechos civiles, especialmente de minorías oprimidas. En cambio, en el mundo del humor, las consecuencias de la revolución del 68 son mucho más tangibles. El éxito de la revista L’Enragé incitó a los editores de la publicación Hara Kiri —que era mensual— a hacer una revista semanal llamada L’Hebdo Hara Kiri, en la que se incorporarían la mayor parte de los dibujantes de L’Enragé. La prohibición de L’Hebdo Hara Kiri a raíz de una portada que ironizaba sobre la muerte de De Gaulle en el año 1970 hizo que la revista cambiara su nombre por el de Charlie Hebdo. Estas revistas, con dibujantes como Cabu, Reiser, Gébé, Wolinski o el mismo Siné, estirarían continuamente los límites de la libertad de expresión. En Francia seguirían el camino de otras revistas como L’Idiot International (1969) —condenada repetidamente por injurias, difamación, ultraje…— o Satirix (1971), cuya circulación también fue suspendida y prohibida. Este humor más comprometido, más irrespetuoso y salvaje también fue penetrando en muchas otras publicaciones de la mano de los dibujantes más jóvenes y revolucionarios.
Publicación Hara Kiri / Hara-Kiri 1969
En España, a medida que el régimen franquista se agrieta, aparecen también una serie de publicaciones nuevas que hacen bandera de este humor mucho más mordaz. Las publicaciones de El Rrollo Enmascarado (1973) recogen la herencia más hippy y underground, mientras que iniciativas como Butifarra! (1975) buscan utilizar el humor y el cómic como herramientas de transformación social. Por su parte, Hermano Lobo (1972) o El Papus (1973) son las cabeceras en las que se hace más evidente el humor más cafre y provocador, pero también Por Favor (1974) destaca por la contundencia satírica de sus planteamientos y el fuerte compromiso político de sus contenidos. De hecho, en la obra de autores como Perich, Ops, Cesc, Chumy Chúmez o Núria Pompeia encontramos reminiscencias de todo el movimiento contestatario del 68. La revolución no siguió en las calles, pero sí se instaló en las viñetas humorísticas. El humor de los años 70 es, en todas partes, uno de los más revolucionarios de la historia… Y todavía hoy, en períodos de crisis, los ecos del 68 resuenan en nuestros dibujos más ácidos y críticos.
Publicación Butifarra! 1975
Publicación El Papus 1973
Publicación El Papus 1973
Publicación El Papus 1976