Cataluña es una país con una larga tradición periodística y una tradición de prensa satírica y humorística muy arraigada. La intensa actividad editorial que se desarrolla en Barcelona desde el siglo XVIII, y también la proliferación de revistas satíricas que contemplaban el poder desde la distancia, favorecieron la aparición de varias generaciones de gran talento. A comienzos del siglo XX Barcelona se había convertido en una de las capitales mundiales del dibujo de humor, y sus revistas y caricaturistas, en referentes imprescindibles. El crítico cubano de arte Bernardo G. Barros lo certificó en su tratado La Caricatura Contemporánea (Ed. América, Madrid, 1916, vol II): “Por eso resulta muy justo afirmar que hoy residen en Cataluña los humoristas españoles perfectamente capacitados para obtener un puesto en la evolución universal de dicho arte. Verdaderos maestros que junto a una gráfica notable, dominadora de la psicología, colocan muy a menudo, el acierto de unas leyendas que no he visto ni he podido aplaudir en Madrid”.
Publicación La Flaca
La prensa satírica se incia en España en 1735 con El Duende Crítico de Madrid, pero no cogió carrerilla hasta bien entrado el siglo XIX con publicaciones como El Zurriago (1821) o Fray Gerundio (1837). En Cataluña, las publicaciones pioneras son El Lechuguino a la Dernière, aparecido en 1830 y que será seguida por El Carlino (1836), Sancho Gobernador (1836) o Lo Pare Arcàngel (1841), que será la primera publicación satírica escrita en catalán. La mayoría de las publicaciones se dedican a realizar una crítica política furibunda amparadas bajo el paraguas de la sátira, y tendrán continuos choques con la censura. El Cañón Rayado (1859), Gil Blas (1864) o La Flaca (1869) son las publicaciones más significativas de este periodo, tanto por su duración como por la calidad de sus colaboraciones gráficos, con nombres como Josep Lluís Pellicer, Eusebi Planas o Tomàs Padrí, que forman la generación pionera del humor gráfico en este país. Barcelona será la sede de algunas de las mejores publicaciones humorísticas del país, desde La Campana de Gràcia (1870) y L’Esquella de la Torratxa (1879), del editor López, que contaron con el lápiz de Apel·les Mestres, Manuel Moliné, Marià Foix o Llorenç Brunet.
Publicación La Tomasa 1888
Durante la primera década del siglo XX se produce en Cataluña una verdadera revolución satírica con la aparición de cabeceras jóvenes, innovadoras y de una sátira mordaz y moderna como Cu-cut! (1902), En Patufet (1904) o Papitu (1908), que supone competencia feroz para las revistas veteranas L’Esquella de la Torratxa y La Campana de Gràcia. Esta competitividad entre las revistas catalanistas, conservadoras y republicanas también estimuló la aparición de nuevos valores al lápiz. Así, podemos ver la eclosión de la generación que marca la pauta estilística de la caricatura catalana, formada por artistas como Joan G. Junceda, Gaietà Cornet, Josep Costa (Picarol), Feliu Elias (Apa), Xavier Nogués, Ricard Opisso, Joan Llaverias o Lluís Bagaria. La potencia de la sátira en Cataluña es tan grande en esos años que encontramos importantes nombres de la historia del arte (Gargallo, Juan Gris, Picasso, Nonell, Ramon Casas, Ricard Canals, Santiago Rusiñol o Josep Aragay) realizando dibujos de humor en esas revistas.
La segunda década del siglo XX consolida Cataluña al frente de la prensa satírica española, tanto por la cantidad como por la calidad de las revistas que se publican. En esos años aparecen revistas de gran calidad como Picarol (1912), Revista Nova (1914), Cuca Fera (1917) o Carnaval (1921), junto con otras más combativas como La Piula (1916), L’Estevet (1921), El Borinot (1923) o El Senyor Canons (1926).
También hay revistas peculiares como El Sr. Daixonses i la Sra Dallones (1926), dos revistas en una, destinada a lectores masculinos y femeninos, o Xut! (1922), que inaugura la tradición de revistas de humor gráfico dedicadas exclusivamente al deporte. Y, para el público infantil, Barcelona ve nacer TBO (1917) o Pulgarcito (1921), cabeceras emblemáticas, junto con otras no tan conocidas como La Mainada o Jordi. Junto con los humoristas que se han consolidado desde principios de siglo, aparecen nuevas firmas que también se convierten en clásicos.
Publicación Papitu 1908
La censura de la dictadura de Primo de Rivera, sin embargo, supuso un brusco frenazo para el humor catalán, que vio clausuradas y perseguidas muchas de sus publicaciones. El humor madrileño tomó el relevo con cabeceras como Buen Humor (1921), Color (1922), La Risa (1922), Muchas Gracias (1924) o Gutiérrez (1927), donde los dibujantes catalanes también publican con profusión.
En la década de los 30 el desarrollo de una tercera generación de calidad igual o superior se vio truncado por los desafortunados acontecimientos de la Guerra Civil. Estos artistas dejaron rastro de su calidad en las páginas de las nuevas revistas como El Be Negre (1931), Gràcia Rambles (1934) y, ya en tiempo de guerra, L’Esquella de la Torratxa y Papitu,
y también de revistas clásicas como el viejo TBO o las publicaciones de la editorial El Gato Negro, que justo después de la guerra pasaría a ser de Bruguera. Después de la guerra, algunos pudieron refugiarse en publicaciones infantiles, en la ilustración editorial o en el dibujo de historietas de aventuras. Otros vivieron exilios lejanos o cercanos, largos o cortos, pero, de cualquier forma, fueron víctimas de la barbarie de la guerra y de la represión del fascismo. Su talento, sin embargo, sobrevivió en los miles de páginas que dibujaron en las revistas infantiles y de humor blanco que se editaron durante el franquismo, y su influencia queda patente en los dibujantes posteriores… pero esto ya es otra historia.