TBO ha sido una de las publicaciones de cómics más longevas de nuestra historia. No solamente es una de las revistas más populares de todos los tiempos, sino que ha dado nombre genérico a las revistas de historietas con la palabra ʻtebeoʼ, la única que tenemos para definir las publicaciones de cómics.
Por otro lado, por TBO han pasado los grandes maestros del humor gráfico y el cómic español del siglo XX. Al mismo tiempo, en sus páginas han nacido algunas de las series de más éxito en el mundo del cómic nacional, como Los grandes inventos de TBO o La familia Ulises.
En sus páginas se han reflejado algunos de los cambios sociales más significativos del último siglo y, al mismo tiempo, la revista ha sido un reflejo de la actualidad de los deportes, el cine o la televisión a lo largo del siglo XX.
En Humoristán queremos dedicar tres exposiciones a los 100 años de historia del TBO. En esta primera haremos una revisión histórica de todas las etapas de la revista: veremos su evolución, los cambios, algunos de sus autores y de sus series más famosas, y las formas con que ha planteado el humor gráfico. El mes de junio presentaremos una muestra dedicada a las series más significativas de esta revista, y en septiembre dedicaremos una exposición a sus autores más importantes.
Empezamos, pues, revisando las seis etapas de la revista TBO, que nos llevarán desde el año 1917 hasta el 1998.
Queremos expresar nuestro agradecimiento muy especial a Lluís Giralt, de quien son los ejemplares imprimidos y las páginas originales reproducidas en esta exposición.
El primer TBO (1917-1939)
Las crónicas dicen que en el mes de marzo de 1917 (el día 11 o el 17, esto todavía está por aclarar) apareció en los quioscos el primer número de una publicación infantil llamada TBO. En aquellos momentos empezaban a publicarse revistas infantiles que asumían en su contenido una parte más o menos importante de imágenes, ya fueran ilustraciones y chistes o historietas tempranas. Se trataba de publicaciones dirigidas a los niños, siempre con un cariz moralista y pedagógico, pero con la sana intención de hacerles pasar un buen rato.
TBO fue una iniciativa de un impresor barcelonés, Arturo Suárez, mientras que el título parece que surgió de uno de sus colaboradores, el escritor y aficionado al teatro Joaquín Arques, quien lo sacó de una revista lírica del año 1909 llamada T.B.O., obra de Eduardo Montesinos y Ángel Torres del Álamo. A partir del n.º 10, la revista fue adquirida por Joaquim Buïgas, quien hizo cambios importantes, como por ejemplo el logotipo (que quedó ya para siempre) o la presencia cada vez más importante de historietas. Con Buïgas, la cabecera inició una fulgurante carrera en los quioscos.
El humor blanco del TBO, claramente dirigido a los niños pero también a toda la familia, conquistó muy pronto la atención de miles de lectores con sus textos, chistes, ilustraciones e historietas. De hecho, partiendo de una tirada inicial de 9.000 ejemplares, en 1935 llegó a los 216.000, hecho que evidencia su arraigo entre la gente de la calle. Su éxito llegó hasta tal punto que en 1930 se estrenó en el Teatro Circo Barcelonés la canción «¡Yo quiero un TBO!», con música de Francisco Codoñer, letra de Mercedes Belenguer y cantada por Pepita Ramos, que la grabó en disco.
Tal éxito no es de extrañar, sobre todo si tenemos en cuenta que entre los primeros colaboradores de la revista barcelonesa había firmas tan importantes en el mundo de la ilustración, el humor gráfico y la historieta como las de Donaz, Manuel Urda, Tínez, Nit, Ricard Opisso, Rapsomanikis, Sierra Massana o Méndez Álvarez, a los cuales se añadieron otros tan importantes como Antoni Batllori Jofré, Josep Escobar, Díaz, Cabrero Arnal, Salvador Mestres, Arturo Moreno o Benejam, además de algunos autores extranjeros, como los franceses Louis Forton, Maurice Cuvillier, Aristide Perré y Th. Barn, y los norteamericanos George McManus y Otto Soglow. De hecho, la popularidad de TBO generó en su entorno otras colecciones, como Historietas y cuentos de TBO, Colección gráfica TBO o la revista para niñas BB.
La primera etapa de la revista, con 1.097 números y 20 almanaques, llegó hasta diciembre de 1938; la Guerra Civil y la entrada de las tropas de Franco en Barcelona acabaron con la revista, como con tantas otras cosas. Y, a pesar de que en esta primera época TBO no apostaba mucho por las series de personajes fijos, acogió secciones tan populares como Los grandes inventos de TBO (con la presencia del profesor Franz de Copenhague a partir del 1935), De todo un poco, Visiones de Hollywood o la serie de Benejam Melitón Pérez. En su última etapa, la editorial del TBO, como otras de la zona republicana, fue colectivizada, en este caso por miembros de la Escuela Nueva Unificada —formada por pedagogos de la UGT y de la CNT—. Estos, al comprobar la complejidad de su entramado editorial, lo único que hicieron fue pactar con su director, Joaquim Buïgas, la creación de la sección Floreal a partir del n.º 1.006 (1936). Esta sección, subtitulada Revista infantil semanal publicada bajo el signo de la Escuela Nueva Unificada, sólo incluyó una columna con textos de contenido pedagógico. El resto de las dos páginas que formaban esta sección (que se presentaba en la contraportada pero con la revista invertida, como si fuera otra portada) estaba ocupada por chistes o historietas sin aspiraciones políticas o educativas, casi todos realizados por Benejam.
Publicación TBO (1917-1938) 1935
Publicación TBO (1917-1938) 1936
Una nueva etapa (1941-1952)
Una vez terminada la guerra, Joaquim Buïgas se asoció con Estivill y Viña y volvió a editar el TBO a partir del año 1941. Inicialmente, ya que el editor no disfrutaba del permiso de publicación periódica que otorgaba la Dirección General de Prensa, la revista apareció con poca regularidad, porque para editar cada número tenían que pedir un permiso especial como folleto o publicación única. Cada ejemplar, que siempre llevaba las palabras «Ediciones TBO» en la portada, iba precedido de un antetítulo distinto (Una hora de risa con..., Álbum selecto de..., Historias cómicas de... u Hojas divertidas de...), porque no podía numerarse. Aun así, y hasta el año 1952, TBO publicó un total de 150 números (con almanaques anuales y el título también anual Almanaque Humorístico TBO incluidos), iniciando una de sus mejores etapas.
Fue entonces cuando, a los nombres antes citados, se añadieron los de autores como Ayné, Carles Bech, Muntañola, Coll, Castanys, Óscar Daniel, Albert Mestre, Blanco, Conti, F. Tur o Sabatés. También entonces nacieron series como La familia Ulises (1944) o Eustaquio Morcillón y Babalí (1946), ambas de Buïgas y Benejam, o Angelina y Cristóbal (Muntañola, 1945). Se mantuvieron secciones como Los grandes inventos de TBO (de varios dibujantes), De todo un poco (dibujada por Urda) o Visiones de Hollywood (de Antares y Albert Mestre).
El tono de la revista no era entonces tan blanco o ingenuo; antes de que la censura actuara con una legislación muy restrictiva, se publicaron historietas con cierta crítica social y con una visión de la cotidianidad no demasiado amable.
La popularidad de TBO siguió creciendo, hasta el punto de que en 1952 llegó a hacer tiradas de 225.000 ejemplares por número.
Publicación TBO (1941-1952) 1950
Un TBO numerado (1952-1972)
En 1951, con la creación del Ministerio de Información y Turismo, se empezaron a dar permisos de publicación periódica a todos los tebeos, tanto a los nuevos como a los que ya se venían publicando. Así pues, en 1952 TBO volvió a ser numerado partiendo del n.º 1, en una nueva etapa (semanal a partir de 1963) que llegó hasta el año 1972, con cerca de mil números entre los ordinarios, los extras y los almanaques.
De hecho, fue en esa etapa que TBO inició la publicación de números extraordinarios, monográficos con historietas y material original dedicados a temas como el turismo, el Oeste, el circo, el cine, el libro, el fútbol y otros deportes, y con algunas series (La familia Ulises, Eustaquio Morcillón y Babalí o Altamiro de la Cueva) y autores concretos (Urda, Salvador Mestres o Benejam).
Otros grandes humoristas e historietistas se añadieron a TBO, como Raf, Bernet Toledano, Pañella o Pedro García Lorente, y también jóvenes y prometedores creadores, como Pere Olivé, Fraper, Morales, Sirvent, Alfonso López, Mª Ángeles e Isabel Bas.
Igualmente, en esa etapa empezó a destacar la singularidad y la maestría de Coll, con sus historietas de náufragos, automovilistas, peatones y otros personajes atónitos. También entonces se crearon muchas nuevas series. Algunas se hicieron muy populares, como por ejemplo Josechu el vasco (Muntañola, 1963) y Altamiro de la Cueva (Bech y Bernet Toledano, 1965), pero también aparecieron otras, como Aventuras de Doña Exagerancia (Muntañola, 1958), Maribel es así (María Ángeles, 1964), Joaquinete y su chupete (Ayné, 1965) o Ana-Emilia y su familia (Isabel Bas, 1967). TBO seguía publicando nuevas entregas de Los grandes inventos de TBO, De todo un poco y La familia Ulises, y también series de autores extranjeros, como Mister Breger (Dave Breger, 1952), Enriquito (Carl Anderson, 1952), El Reyecito (Otto Soglow, 1956) o La pequeña Annie (Darrell McClure, 1965).
TBO ofreció incluso un concurso de chistes para sus lectores (iniciado en 1950), de los que publicaba los mejores e ilustraba algunos, hasta que el exceso de material recibido llevó a la redacción a solicitar que no se remitieran más, cosa nada extraña si tenemos en cuenta que, en aquella época, TBO imprimía alrededor de 350.000 ejemplares por número. Benejam, retirado en 1969, cedió La familia Ulises a Blanco, mientras que Carles Bech, guionista de la serie desde 1963, la continuó escribiendo.
La popularidad de TBO no paraba de crecer. En 1968 la Real Academia de la Lengua Española aceptó la palabra ʻtebeoʼ, definiéndola como una revista de historietas, y es que ya hacía tiempo que el TBO había dado nombre a este tipo de publicaciones. Sin embargo, a finales de la década de los sesenta la competencia en el terreno de los tebeos infantiles y juveniles era feroz, y los responsables de la revista buscaron una nueva fórmula para reconvertir la clásica cabecera en una revista más moderna.
Publicación TBO (1952-1972) 1965
El TBO 2000 (1972-1983)
Con el título de TBO 2000 y reiniciando su numeración desde el n.º 2.000 (sumando, en teoría, los ejemplares de todas las épocas anteriores, a pesar de que se equivocaron, porque el n.º 2.000 era en realidad el 2.018), TBO inició una nueva etapa en 1972, que se alargó hasta el año 1983. Esa época, con 503 números semanales y 137 extraordinarios, pasó por varias etapas.
Al principio, y contando desde la portada, se publicaba una historieta entera de siete páginas, una auténtica novedad para TBO. Las historietas estaban firmadas, entre otros, por Carles Bech, Salvador Mestres, Batllori Jofré, Sabatés, Nabau, Arturo Moreno o Madorell, quien, después de evidenciar sus cualidades en la revista catalana Cavall Fort, aportó a TBO 2000 la serie Balín y Largo (1973). Otra novedad fue que La familia Ulises, que seguía escribiendo Carles Bech, ahora era dibujada por Salvador Mestres, un cambio que no gustó mucho a los lectores, por lo cual pronto fue Blanco quien continuó definitivamente con la serie. En TBO 2000 seguían colaborando nombres ilustres, además de algunos de la primera época, como Ayné, Muntañola, Bernet Toledano, Raf, Sabatés, Pañella y, aunque de forma intermitente, Coll (quien había dejado de dibujar historietas en 1964 para dedicarse a su trabajo de albañil). Y pronto se unieron al sumario otros jóvenes creadores (Bernadó, Mir, Esegé, Tha, T.P. Bigart, Rigol o Clapers), e incluso dos firmas veteranas: Cubero y Mingo.
El aspecto general de aquel TBO 2000 era, en efecto, más contemporáneo, más moderno. El diseño de la cabecera, más sintético y conceptual, empezó a incorporar nuevas series, como Casimiro Noteví, agente del TBI (Bech y Sabatés, 1974), Historias de TV (Cubero, 1974) o Letras, números y Cía (Rigol, 1975), protagonizada por letras y números vivos. A partir de 1974, Sirvent —autor de otra nueva serie, Lobito Can (1973)— empezó a ejercer de redactor jefe en el semanario, dando paso a una nueva generación de historietistas, con series como Fort Baby (Sirvent y Tha, 1975), Animales racionales (Mir, 1978), Gustavo, el de la calle 19 (Bigart y Esegé, 1978) o Ergo (Bigart y Tha, 1978). También se incorporaron bandes dessinées franco-belgas, como Florentino y su vecino (Tillieux y Francis, 1974) o Los Tebeítos (Delporte y Peyo, 1974), que era el título que le dieron a los Pitufos. Pero la serie que revolucionó la trayectoria de TBO 2000 fue La Habichuela (1977). Subtitulada inicialmente como La página loca de TBO, era una heterogénea mezcla de tiras, chistes gráficos y literarios, dibujos y montajes fotográficos en los que Sirvent, Mir, Tha, Esegé y T.P. Bigart hacían un humor enloquecido y surrealista.
Sin embargo, el experimento no funcionó, y el nuevo TBO 2000 sufrió una importante pérdida de popularidad a finales de los años setenta, incapaz de competir en un mercado con decenas de títulos de editoriales como Bruguera y en una tesitura general —crisis económica del petróleo, devaluación de la peseta— que no invitaba a celebraciones. Ni la continuidad de Almanaque Humorístico TBO ni los números extraordinarios (102 entre 1972 y 1980) evitaron que TBO 2000 cerrara en su n.º 2.365 (4 de enero de 1980). A la semana siguiente, y continuando con la numeración, la revista apareció como El TBO. Se redujo el número de páginas, aumentó su precio y el sumario hizo un giro radical: se apostó por publicar material reeditado en el 90% del contenido de la revista. Los autores clásicos se habían retirado, y los nuevos hacían otro tipo de cómics. En 1981 la cabecera llegó a un acuerdo con la revista Lecturas y pasó a publicarse como suplemento infantil de la misma durando casi un año. A finales de 1982 El TBO recuperó su independencia, pero en la contraportada del n.º 2.502 (mayo de 1983), Alberto Viña, su director, firmó esta escueta despedida: «Hasta siempre, querido lector». Unos años antes, en 1976, Ediciones TBO publicó sus únicos ejemplares en catalán: cuatro números extraordinarios.
Publicación TBO 2000 1980
Los últimos TBO (1986 y 1988-1998)
Editorial Bruguera, empresa líder en el sector del tebeo infantil y juvenil, llevaba muchos años deseando comprar la marca TBO. Y finalmente lo consiguió en 1983. En 1986, cuando Bruguera era una empresa que había pasado por dos suspensiones de pagos y que sobrevivía gracias a un crédito del BCI, publicó su TBO. Pero no tenía nada que ver con el que se había editado hasta entonces. Era una revista para adultos, con una filosofía moderna, dedicada a textos de música, literatura y tebeos, y con muchos cómicos firmados por creadores jóvenes que creían en una historieta más personal y para adultos.
Fue un TBO distinto, con reminiscencias de la revista de cómics Cairo (no en vano el TBO estaba dirigido por el exdirector de Cairo, Joan Navarro) y con colaboradores habituales de Cairo o El Víbora, como Max, Gallardo, Mique Beltrán, Ramón de España, Mariscal, Martí, Guillem Cifré, Pere Joan, Roger, Micharmut o Sento. También atendía a los autores clásicos en algunos artículos, pero ese TBO, gustara o no a sus lectores, cerró con el número 7, porque en junio de 1986 la Editorial Bruguera quebró definitivamente y desapareció como tal.
Ediciones B, que en 1987 se hizo con todo el fondo editorial de Bruguera, empezó con la misma política de aquella empresa, publicando, entre otros, revistas de cómics para niños y jóvenes, prácticamente con los mismos títulos. En 1988 Ediciones B decidió publicar de nuevo la cabecera TBO, una mezcla entre el TBO clásico y una publicación más moderna, esta vez dirigida por el guionista y escritor Víctor Mora.
De periodicidad mensual, el nuevo TBO incluyó nuevas series de humoristas gráficos e historietistas clásicos —como Escobar, Vázquez, Martz Schmidt, Raf o Segura—, de creadores jóvenes, algunos de los cuales habían vivido la última etapa de Bruguera —como Jaume Rovira, Ramis, Cera, Sempere, Ferry o Esegé—, y de algunos dibujantes de estilos más realistas —como Edmond, Adolfo Usero o Purita Campos—. La nueva cabecera cuidó la figura del guionista (con obras de Enrique Abulí, Francisco Pérez Navarro o Miguel Ángel Nieto), recuperó a Sabatés para hacer de nuevo Los grandes inventos de TBO, y actualizó La familia Ulises con la serie La familia Rovellón (Pérez Navarro y Sempere, 1988). Incluso contó con humoristas de renombre, como Perich y Krahn. También introdujo interesantes sagas franco-belgas (Jack Pelman, de Petillon, e Informe Comical, de Goscinny y Gotlib) y algunas tiras de prensa norteamericanas.
En esencia, era básicamente una revista de humor dirigida a un lector heterogéneo, incluso en edad, que tuvo la buena idea de incorporar el suplemento El TBO de siempre, que recogía, aunque sin orden ni concierto, páginas antiguas de los viejos TBO. La fórmula duró diez años y llegó a publicar 105 números.
Y, de momento, esta historia termina aquí.
Publicación TBO (Bruguera) 1986