Siempre ha buscado el humor gráfico apuntar su mirada subversiva sobre todos los aspectos de la existencia humana. La sátira de los dibujantes se ha cebado en la política y en aspectos sociales o económicos de la actualidad, pero igualmente en las relaciones del hombre con el universo, con la muerte, con Dios... y, cómo no, también en las relaciones entre hombres y mujeres. Cuando el humor es inocente y abstracto, se le llama humor blanco; cuando la sátira apunta a la muerte, la enfermedad y los temas escabrosos, se le llama humor negro; pero cuando el humor se une al festivo jolgorio que tiene que ver con el sexo y el erotismo, se trata de humor verde, seguramente en honor del verde de la hoja de parra que cubrió las vergüenzas de la primera mujer en el paraíso. Recorreremos en esta muestra las páginas de las revistas satíricas en las que el humor y el sexo se mezclan, repasando con una sonrisa las múltiples tonalidades del verde.
El dibujo —por su capacidad evocadora— y el humor —por su capacidad de transgresión sobre lo que cada sociedad considera tabú— se convirtieron en el vehículo ideal para tocar, de forma aparentemente lúdica y ligera, el sexo, desde hace siglos.
De esta forma en muchos grabados o láminas satíricas se colaron escenas eróticas o con elevado contenido sexual, que serían impublicables de no ser bajo el paraguas de la sátira. Algunas fueron totalmente prohibidas y no se publicaron hasta más de un siglo después, como el caso de la colección de acuarelas que conforman la serie titulada «Los Borbones en pelota», que despiadadamente satiriza la corte de la reina Isabel II con escenas directamente pornográficas.
Aunque en algunos de los semanarios políticos de finales del siglo xix se deslizaban escenas lúbricas, no es hasta la consolidación del régimen de la Restauración que empiezan a aparecer publicaciones especializadas, pensadas para satisfacer los deseos ocultos de sus lectores masculinos. La imagen de la mujer, invisibilizada en aquella sociedad profundamente machista y patriarcal, se somete a los deseos del hombre que domina todos los ámbitos sociales.
Publicación El Mundo Cómico 1873
Publicación La Tomasa 1890
Publicación La Saeta 1894
Publicación La Saeta 1896
Publicación La Saeta 1896
Publicación La Saeta 1901
Publicación La Saeta 1901
A nuestros abuelos y bisabuelos les gustaba el sexo tanto como a nosotros. Pero debemos tener en cuenta la rígida moral impuesta por la Iglesia católica, sumada a la censura a todo el material publicado, por lo que el material que hoy nos llega de aquella época es escaso o está editado en pésimas condiciones por culpa de la semiclandestinidad en la que debía editarse gran parte de la producción erótica. De todas formas, precisamente en las revistas humorísticas y jocosas, por su carácter lúdico y desenfadado, empezaron a colarse escenas subidas de tono, y los lectores se deleitaban cuando los dibujantes retrataban jóvenes damas en sensuales poses. En esa línea, la revista El Mundo Cómico (1871) descubre que suben sus ventas cuando la portada es protagonizada por alguna graciosa moza en poses sugerentes, y por esa razón las bellas damiselas van colonizando sus portadas, dibujadas por artistas como Pellicer o Luque.
También en los escenarios de teatro y cabarés era posible encontrar artistas cada vez con menos ropa, de modo que muchas revistas también se dedicaron a publicitar famosas actrices, cantantes o cabaretistas, cristalizando en un tipo de publicación bautizada como sicalíptica, que conjugaba el humor con el artisteo y jugaba con escenas picantes y chistes lúbricos o subidos de tono. En ese sentido, aparecieron un gran número de cabeceras, como La Vida Alegre (1884), La Saeta (1890), Vida Galante (1897) o, ya en el siglo xx y en el mismo tono, París Alegre (1901), La Pulga (1901), Piripitipi (1903) o Sicalíptico (1904).
El cambio sustancial en este tipo de publicaciones se produce durante la primera década del siglo xx. Hasta aquel momento, con poquísimas excepciones –como las sensuales damas de Apel·les Mestres o el delicado trazo de Pellicer en Mundo Cómico—, los dibujos de las publicaciones relacionadas con el sexo y el erotismo eran malos, bosquejados apresuradamente y perpetrados por dibujantes de segunda y tercera categoría que ni se dignaban a firmar estas obras realizadas para un mercado precario, vergonzante, en el que no interesaba para nada la calidad de los dibujos a causa de la mojigatería transgresora que rodeaba la subversiva temática. Pero a partir de los primeros años del siglo, artistas de calidad e interés empiezan a producir dibujos e ilustraciones de este tipo para las cada vez más numerosas revistas galantes. Nombres como Xavier Gosé, Juan Gris, Pablo Gargallo, Francesc Labarta, Manolo Tovar o Ricardo Opisso —que con el seudónimo Bigre dejará una notable producción gráfica de bellezas femeninas— hacen las delicias de sus lectores en revistas como ¡Alegría! (1907), Papitu (1908), ¡Ahí Vá! (1911), Qui-qui-ri-Qui (1911), La Hoja de Parra (1911), Mundo Galante (1912), KDT (1912), Pal-Pa-La (1912), ¡¡Sátiros!! (1913), El Viejo Verde (1914), El Chorizo Japonés (1915) o Eva (1919).
Publicación Papitu 1915
Tras la Primera Guerra Mundial, la economía de Europa intenta sobreponerse a los esfuerzos de la guerra, y la moral y las costumbres se relajan. Estados Unidos arrastra el mundo a los llamados felices años veinte, que en España tampoco serán tan felices porque se sufre la dictadura del general Primo de Rivera. De todos modos, puesto que la prensa tiene muy difícil hablar de política, siguen apareciendo revistas que en mayor o menor medida juegan con el erotismo bajo la siempre atenta mirada de la censura, que no duda en repartir garrotazos a los que se atrevan a pasarse de la raya. En estos años se publican Flirt (1922), Color (1922), Carnaval (1923), Muchas Gracias (1924), Frú Frú (1926) o Varieté (1927), notables magazines de aires déco, con un humor erótico más verbal que visual pero con artistas de gran interés, como Picó, Bosch, Tito, Garrido, Linage o Demetrio, uno de los especialistas del género. También se publican revistas más bastas que ni tratan de disimular su apuesta erótica con ingenio o talento, para un público menos refinado, como El Caloyo (1921), Nandu (1922), K Che Te (1924) o La Chala (1926).
Publicación Papitu 1923
Publicación Papitu 1927
Publicación La Tuies 1927
Los años de la República suponen una liberación política y social, pero también sexual. La Iglesia católica pierde mucho de su poder de coacción, y se visualiza inmediatamente en la prensa galante, que puede, por fin, dibujar con libertad mucha más carne y menos ropa. Antes de la guerra civil aparecen revistas como El Piropo (1931), ¡Ahí Vá! (1932), La Hoja de Parra (1932), Chic (1932), que se suman a otras publicaciones que han sobrevivido a la dictadura, como Papitu o Muchas Gracias. El golpe de estado de 1936 y la posterior guerra civil acaban con todo el panorama de la prensa erótico-festiva. La España desolada que queda tras la guerra fratricida y la feroz dictadura nacional católica, con su rígida moral puritana, proscriben todo lo relacionado con el sexo y el erotismo de la esfera pública. El humor verde y picante dormirá una larga siesta de casi cuarenta años en España.
Publicación Papitu 1936
Publicación Papitu 1936