Mortadelo y Filemón, agencia de información
En 1957, Francisco Ibáñez, que ya llevaba algunos años publicando sus ilustraciones, chistes, tiras e historietas de humor en revistas infantiles, fue consciente de que había llegado el momento de presentar sus dibujos a la Editorial Bruguera. Por entonces, cinco de sus grandes colaboradores (Cifré, Conti, Escobar, Eugenio Giner y Peñarroya) habían marchado de Bruguera para fundar sus propias editorial (D.E.R.) y revista (Tío Vivo). Había, pues, espacio para nuevos humoristas e Ibáñez consiguió entrar a formar parte del staff de autores de Bruguera, al principio con algunos chistes e historietas. Ese mismo año presentó a la dirección (en concreto a Rafael González, el director editorial) una propuesta de nueva serie: una parodia de detectives privados, protagonizada por dos enloquecidos personajes. Ibáñez propuso títulos como Mr. Cloro y Mr. Yesca, agencia detectivesca y Ocarino y Pernales, agentes especiales, pero la dirección impuso el de Mortadelo y Filemón, agencia de información (siempre, como solía ocurrir por entonces, con el ripio a punto).
Ibáñez empezó a escribir y dibujar historietas de una página de esta serie, que se publicó por primera vez en el número 1.394 de la revista Pulgarcito (20 de enero de 1958). Al principio la saga se presentó como una especie de parodia de Sherlock Holmes y el doctor Watson, pero pronto empezó a tomar vida y personalidad propias. Se trataba, en esencia, de mostrar las humorísticas vicisitudes de dos detectives privados con agencia propia, simbolizados en la típica pareja de “listo-tonto” o de “serio-cómico”. Filemón es el jefe y en teoría (muy en teoría) el listo y el serio, mientras que Mortadelo es (también en teoría) el tonto, o más bien el de la vis cómica.
Uno de los elementos característicos de la serie apareció desde la primera entrega publicada: Mortadelo es un artista de los disfraces (lo que siempre ayuda en los avatares detectivescos). Al principio guarda sus disfraces en el interior de su sombrero de hongo, pero pronto será capaz sencillamente de ponérselos en décimas de segundo (entre otros motivos porque su sombrero desaparece de escena), de modo que el ojo humano no será capaz de ver cómo se trasviste. Por tanto, se perfila el dúo: Filemón es el señor serio con pajarita y traje que atiende a los clientes y se convierte en el “cerebro” de la agencia mientras que Mortadelo es el esbirro encargado de los trabajos más duros y peligrosos. Pulgarcito asumió la serie semanalmente, siempre con historietas de una página llenas de gags, con los personajes en movimiento continuo y con una última viñeta en la que Filemón persigue a un Mortadelo que ha metido la pata (o un cliente les persigue a ambos por ser unos incompetentes). La serie iba ganando enteros poco a poco: Ibáñez destiló lo mejor de sí mismo, tanto en su grafismo como en unas anécdotas llenas de surrealismo y humor continuo y desmadrado. Mortadelo y Filemón, agencia de información aparecía en el interior de Pulgarcito o en la portada, y parecía evidente que poco a poco iba ganando el favor de los lectores. Hacia mediados de los años sesenta, Ibáñez dio un pequeño giro en su grafismo, que recuerda sobremanera al del gran humorista gráfico belga Franquin. Sin embargo, el “toque Ibáñez” siempre está presente.
En 1969 la Editorial Bruguera puso en marcha una nueva revista, Gran Pulgarcito. Fue una cabecera de prestigio, con series franco-belgas y con humoristas gráficos españoles de primera línea que crearon series nuevas. Como por entonces Bruguera estaba muy atenta a lo que se cocía en el mercado franco-belga (aparte de adquirir los derechos de algunas de sus series), entendió que sería una buena operación comercial reconvertir a Mortadelo y Filemón, agencia de información en una serie de aventuras largas. Nada de historietas de una página (o de dos o tres para los Almanaques y Especiales), ahora se trataba de abordar una aventura de 46 páginas, con un hilo argumental, que pudiera ser pre-publicada en la revista y, posteriormente, reciclada en formato de álbum (y, con ellos, obtener dos opciones de venta distintas). Ibáñez tomó dos sabias decisiones: reconvirtió a sus personajes de detectives privados a agentes de una agencia de espionaje, la T.I.A. (Técnicos de Investigación Aeroterráquea) y, para sobrellevar mejor un argumento extendido, aportó dos nuevos personajes, miembros de la T.I.A.: el jefe máximo, el superintendente Vicente (el Súper) y el profesor Bacterio, un sabio experto en inventos algo especiales. Así, apareció en el número 1 de Súper Pulgarcito la primera entrega de larga extensión de la serie (ya titulada sólo Mortadelo y Filemón), El sulfato atómico. Ibáñez se esmeró mucho en el dibujo, aportando todo tipo de detalles en los fondos, y también elaborando más el argumento y los gags. Esta primera aventura fue un éxito total, que se confirmó el mismo año 1969 cuando apareció la primera edición del álbum.
Aunque Ibáñez realizaba otras series, desde ese momento se consagró casi exclusivamente a Mortadelo y Filemón. Y es que no tenía tiempo para mucho más. La serie siguió apareciendo en Pulgarcito (en historietas de dos páginas, a veces reeditadas), y surgió también en la nueva revista Súper Pulgarcito (1970), con nuevas aventuras de 4 a 12 páginas. Las aventuras largas funcionaban muy bien, por lo que tras el cierre de Gran Pulgarcito pasaron a ser publicadas en la nueva cabecera Mortadelo (1970), lo que es un síntoma evidente del éxito de la serie, y en especial de este personaje. Ya en este etapa (1970-1983) aparecieron las primeras entregas relacionadas con los deportes (Mundial 78 y Moscú 80), que fueron una constante a partir de entonces. Mortadelo y Filemón participaron en Mundiales de Fútbol y Olimpiadas (aparte de en alguna Vuelta Ciclista a España, un Eurobasket y un GP de Fórmula 1).
También por entonces, habida cuenta de las cientos de páginas que Ibáñez debía realizar de esta serie, aparecieron las primeras aventuras cortas realizadas por otros autores (Martínez Osete, Jesús de Cos, Ramón Bernadó o Casanyes, entre muchos más). La serie era garantía de comercialidad, y Bruguera quería explotarla al máximo. En esta misma etapa, Ibáñez introdujo a sus agentes en temas de actualidad (políticos y sociales, nacionales e internacionales). Así pues, la serie supo reinventarse y actualizarse, lo que aseguró no sólo su continuidad sino su gran éxito, siempre creciente. Además, el autor introdujo a un tercer personaje secundario que poco a poco fue tomando más relevancia en la serie: Ofelia, secretaria de la T.I.A., que aparece por vez primera en el álbum Los gamberros (1978).
En 1985, Ibáñez, cansado de no percibir los derechos de autor que le correspondían por su trabajo, abandonó Bruguera (aunque Mortadelo y Filemón siguió en manos de otros autores) para fichar por Ediciones Junior, editorial para la que creó una nueva serie, Chicha, Tato y Clodoveo, todavía sin empleo (revista Guai!, 1986), e incluso llegó a dibujar una nueva aventura de Mortadelo y Filemón para la cabecera de la misma editorial Yo y Yo (1987). Y es que Ibáñez estuvo en litigios por recuperar los derechos y la marca de los agentes de la T.I.A., en propiedad primero de Bruguera y luego de Ediciones B, hasta que en 1987, tras llegar a un acuerdo contractual, los recuperó y reinició la serie con esta última. Hasta 1995, y a razón de cinco o seis álbumes por año, Mortadelo y Filemón siguió pre-publicándose en diversas revistas de Ediciones B (Mortadelo, Súper Mortadelo o Mortadelo Extra).
Ibáñez contaba ya a finales de los ochenta con un colaborador que se convirtió en su mano derecha, Juan Miguel Muñoz, un dibujante que ya había trabajado en Bruguera Equip y que, desde 1991, se convirtió en el entintador de las aventuras de Mortadelo y Filemón. Aparte de Muñoz, el gran Raf entintó una historia completa de la serie, Las embajadas chifladas (1992).
Desde 1995, las entregas de Mortadelo y Filemón aparecen directamente en formato de álbum, ante la desaparición de las revistas de Ediciones B. El éxito sigue acompañando a Ibáñez y a la serie, las referencias a la actualidad son constantes, siempre filtradas por el humor y la caricatura, e Ibáñez sigue actualmente produciendo nuevas aventuras de Mortadelo y Filemón (con algunos éxitos destacables como Mortadelo de la Mancha o El tesorero), ahora a razón de tres álbumes por año.
A día de hoy, Mortadelo y Filemón es la serie viva más longeva de la historieta de humor española, y también la más popular, la que conocen y reconocen prácticamente todos los españoles. Por tanto, son ya varias las generaciones de lectores de los agentes de la T.I.A. y, de hecho, en las siempre ingentes colas que se forman ante la firma de Ibáñez, encontramos tanto abuelos como nietos. Un récord imposible de superar.
Por supuesto, Mortadelo y Filemón han sido y siguen siendo fruto de la mercadotecnia (objetos téxtiles y de oficina, muñecos, álbumes de cromos…). Es más, han protagonizado también campañas publicitarias (Parker, Catalana de Occidente, Fundación Hipotecaria, Agencia Tributaria…), videojuegos, series y largometrajes de dibujos animados (como la reciente Mortadelo y Filemón contra Jimmy “el Cachondo”, de 2014, dirigida por Javier Fesser), películas de cine con actores de carne y hueso (como La gran aventura de Mortadelo y Filemón, también de Fesser, de 2003, y Mortadelo y Filemón. Misión: salvar la Tierra, de Miguel Bardem en 2008) o musicales (Mortadelo y Filemón, the Miusical).
Y ahí siguen, vivitos y coleando, de la mano de Francisco Ibáñez.
Personajes
Filemón
No tan alto ni tan delgado como Mortadelo, vestido siempre con camisa y pajarita, se supone que Filemón es el cerebro de la pareja de agentes de la T.I.A., pero no está dotado de gran inteligencia ni de dotes de mando, y mucho menos para la acción. Es muy serio y mandón, y suele dejar ver su mal genio a la menor ocasión.
Mortadelo
Alto, delgado, vestido siempre con una levita negra y calvo (a causa de una loción crecepelo ideada por el profesor Bacterio). Así es Mortadelo. No es un hombre que tenga todas las luces encendidas, y en ocasiones le cuesta entender las cosas. Ni siquiera brilla por su sagacidad, pero es muy hábil a la hora de disfrazarse, lo que hace en décimas de segundo, y sus disfraces (de oficios, animales, deportistas, personajes históricos, etc.) casi siempre guardan relación o con una misión o con su estado de ánimo.
Ofelia
Secretaria personal del Superintendente Vicente. Mujer físicamente poderosa en todos los sentidos, hecho que Ibáñez utiliza para desatar su humor políticamente incorrecto. Enamorada de Mortadelo, Ofelia no es, lamentablemente, correspondida. Personaje con un mal genio enternecedor, que a veces viene bien cuando una situación peligrosa requiere de argumentos. Con el tiempo, se ha convertido en uno de los personajes fijos de la serie.
Profesor Bacterio
Tiene aspecto de persona despistada, y llama la atención por su excelsa barba negra. Lo de aspecto despistado tal vez sea porque es un sabio. En realidad, el profesor Bacterio es un científico, especializado en biología, que en la T.I.A. ejerce de inventor. Sus artefactos deberían servir para facilitar las misiones a los agentes, pero la mayoría de las veces sus efectos son catastróficos. Sus agentes favoritos para probar sus inventos son Mortadelo y Filemón.
Superintendente Vicente, “El Súper”
Conocido como “El Súper” porque es el jefe y superintendente de la T.I.A. Es un hombre más bien orondo, de poblado bigote, que viste siempre traje azul y corbata negra. Es quien le encarga a sus “mejores agentes” (Mortadelo y Filemón) las misiones de la T.I.A., pero también es quien más sufre sus desvaríos y torpezas. No conviene llevarle la contraria, porque se enfada, y mucho.